Lladorre, en el corazón del Pirineo en Lérida

La última vez que estuvimos en Andorra le preguntamos al recepcionista de nuestro hotel por algún pueblo pintoresco que pudiéramos visitar en los alrededores. Era primavera, y las carreteras en esta ocasión nos permitían el poder salir en coche y disfrutar de la naturaleza y la enorme tranquilidad que se respira por esta zona.

Nos dijo que como pueblos pintorescos había muchos, pero que en esta ocasión se iba a permitir el lujo de recomendarnos su rincón natal, Lladorre. Se encuentra a unos cien kilómetros al oeste de Andorra, en la provincia de Lérida, más concretamente en la comarca del Pallars Sobirá. Haciéndole caso, nos dispusimos a dejar nuestro hotel + forfait durante este día y poner rumbo a Lladorre.

Realmente nuestro amigo no nos quiso dar muchas pistas sobre su pueblo. Mejor así, ya que, a medida que íbamos llegando fuimos descubriendo un paisaje fascinante. La naturaleza emergía con verdadero esplendor, y el sabor del frío aún merodeaba los contornos. Pequeñas poblaciones, casas de piedra de la que aún escapaba el humo de las chimeneas, y un colorido que parecía dar manotazos de entre la niebla.

Así fue como descubrimos Lladorre. Apenas un pequeño grupo de casas de piedra oscura conforman la población. El río Noguera de Cardós corre silente a sus pies, típico curso que imaginas de aguas frías, frías, frías. Sobresaliendo de sus tejados de pizarra se alza la silueta de la Iglesia de Sant Martí, con su campanario de torre cuadrada.

Lladorre apenas cuenta con algo más de 55 habitantes. Pintoresco lo es, y mucho, demasiado tranquilo posiblemente para algunos, pero en absoluto para nosotros. Recorrer sus calles apenas te lleva unos minutos, aunque el pueblo está formada por dos núcleos de población separados por una ladera. Al otro lado del río se hallan los restos del antiguo Castillo de Lladorre. Unos muros en pie son hoy su legado.

Nos dio la sensación en Lladorre que pasar unos días aquí le debe a uno regenerar el cuerpo, liberarse de todas las malas energías y llenarse nuevamente de vida. El silencio y la calma que se respiran en este corazón de la naturaleza pirenaica así lo atestiguan.

Foto Vía Casa Turismo Rural

 

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