Las fabulosas Cuevas de Altamira se hallan en la localidad de Santillana del Mar, treinta kilómetros al oeste de Santander. Como suele pasar a menudo, fueron descubiertas por casualidad. En 1868, Modesto Cubillas, un cazador de la zona se tropezó con ellas, pero no fueron exploradas hasta 1875, por un noble de Santander llamado Marcelino Sanz de Santuola. De todas formas, fue su hija, María de Santuola, quien descubrió las maravillosas pinturas en 1879.
Sin embargo, eran de una calidad tan sorprendente, y estaban tan bien conservadas, que los especialistas dudaron de su autenticidad. No fue sino hasta comienzos del siglo XX cuando finalmente fueron aceptadas como auténticas, al encontrarse restos de la edad de piedra en la zona. Las pinturas de las Cuevas de Altamira son la prueba más excepcional de la cultura magdaleniense en el sur de Europa.
Las pinturas, en su mayoría, representan bisontes, pero además hay dos jabalíes, algunos caballos, una cierva, figuras de seres humanos con cabezas de animales, junto con huellas de las manos y otros contornos. Sólo aparecen los colores negro, rojo y ocre. Es impresionante ver cómo los artistas de la época han reproducido minuciosamente las características físicas de cada animal.
Por otro lado, resulta increíble cómo las pinturas muestran a seres dinámicos, en movimiento, algo que en aquella época era imposible de pensar en ver y dibujar.
Se cree que la primera cueva que se habitó fue en la época Auriñaciense, por lo que los primeros dibujos datan de esa fecha. Más tarde, aparecen muchos más dibujos en la época solutrense y magdaleniense, sobre todo al representarse materiales de piedra, o la presencia de abundantes restos orgánicos de carbono.
Con el fin de preservar las Cuevas de Altamira, el acceso está limitado a 160 personas por semana, lo que provoca que haya una lista de espera de incluso tres años. El CO2 exhalado por los visitantes tiene el desafortunado efecto de dañar estas obras de arte. Esto explica que se hayan podido conservar tan bien durante tantos siglos.
Sin embargo, desde el año 2001, se puede visitar una réplica de la cueva en el museo prehistórico que se abrió junto a la cueva, además de un instituto de investigación y un laboratorio de restauración. La sala central de la cueva ha sido fielmente reproducida, y contiene docenas de imágenes. Inmediatamente se convirtió en un gran éxito, con más de 200.000 visitantes los cuatro primeros meses.
Foto Vía Oldearth
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