No se puede separar la Alhambra de Granada o viceversa. El enorme complejo palaciego de la Alhambra y el vecino del Generalife han sido y siguen siendo parte del paisaje de Granada durante los últimos trece siglos. Sólo puede ser eclipsado por las montañas de Sierra Nevada, allá en el horizonte.

En su momento fue la residencia real de la dinastía nazarí musulmana. Este suntuoso palacio es un complejo de edificios organizados en torno a una serie de patios y fuentes. Formidables murallas, altas puertas y una ciudadela militar sirven como contrapuntos interesantes al impresionante decorado de lujo y la naturaleza de los edificios del palacio.

Los espectaculares jardines están repartidos por todo el enorme complejo. Hay una increíble variedad de flores y arbustos de todo tipo, formando un ingenioso paisaje, muy bien conservado y cuidado. El diseño es otra de las cosas que os llamará poderosamente la atención. Todos los jardines están conectados con el agua. Desde alguna fuente, un pequeño riachuelo tallado en el terreno, o algún canal. El sonido del agua nunca deja de escucharse en nuestro paseo por la Alhambra.

Los espacios interiores están sumamente decorados y demuestran el virtuosismo de los artesanos que trabajaron en su construcción a través de los tiempos. Mosaicos intrincados con patrones geométricos decoran muchas de las paredes. La decoración vegetal se halla sobre todo en las puertas de madera y en sus cubiertas. Una rica tradición de metal se pone de manifiesto por la supervivencia de bellísimas bisagras en las puertas.

Tomaros todo el tiempo del mundo cuando vayáis a visitar la Alhambra. Hay muchas razones para hacerlo. Dedicarle un día completo, no os aburriréis en ningún momento. Querer ir de prisa es perdernos el verdadero placer que produce esta joya de los siglos. Pararos en los jardines, simplemente a contemplarlos y oir el murmullo del agua y los pájaros. Cualquier rincón, cualquier momento es mágico en este palacio de los sueños.

Foto Vía Iho Ohi

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