La exhuberancia del verde de Galicia tiene su pequeño paraíso en Castro Caldelas, un pequeño pueblo de la provincia de Orense, situado a unos cincuenta kilómetros de la capital orensana. Llegar aquí es asomarse plenamente a la belleza de la región, con la espesura arbolada que se sumerge en el encanto de los cañones del río Sil.
Casi hundido en su mar de bosques, y emergiendo con la silueta de su castillo, Castro Caldelas es un lugar incalculable para vivir el turismo rural en Galicia. También se halla muy cerca de Manzaneda, la única estación de esquí gallega, en la que disfrutar de la nieve en invierno.
Nosotros hoy nos quedamos en los recovecos de este pueblo, imbuídos por el sugerente paseo que nos ofrecen sus pequeñas callejuelas. Algunas de ellas nos conducen directamente hasta el Castillo de Castro Caldelas, hoy reconvertido en museo. Fue construido en el siglo XIV, y dispone de Torre del Homenaje, la Torre del Reloj y la Torre de la Cárcel. En su interior se nos cuenta su historia, convulsa con las revueltas irmandiñas y la Guerra de la Independencia.
Si bajamos nuevamente del castillo y continuamos por las empedradas calles de granito de Castro Caldelas, podremos ver lugares como la Plaza de O Prado, con sus preciosas galerías, o el Santuario de Nosa Señora dos Remedios, del siglo XIX, y que alberga un interesante museo religioso.
Sin embargo, tal vez lo mejor de Castro Caldelas esté en la relativa calma de sus alrededores. Si vais en coche os recomendaría recorrer kilómetros y kilómetros para descubrir un amplio abanico verde. La llamada Terra de Caldelas es un paraíso de robles y castaños, con pequeños rincones como Montederramo y el Monasterio de Santa María, o el pueblo de O Burgo, con su iglesia románica.
Y ya que estamos por aquí, imprescindible hacer el recorrido hasta el Mirador de Pena de Matacás para disfrutar de la panorámica de los cañones del río Sil. La vista de aquellas quebradas y la silueta del río es abrumadora.
Castro Caldelas es uno de esos rincones que le dan la razón a Galicia. La frondosidad y exhuberancia de su verde, la quietud silenciosa de su piedra de granito, y el arrullo de paz que se vive en este rincón orensano hacen de él un destino preferente para perdernos en los caminos gallegos.
Foto Vía Casa Turismo Rural
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