A pesar del frío y la nieve que suele haber en la mayor parte de las provincias castellanas durante el invierno, esta zona es un magnífico lugar para darnos una pequeña escapada rural y disfrutar de los encantos que nos ofrece la calma de sus pueblos y el sugerente panorama de sus paisajes nevados.
Apenas treinta kilómetros al oeste de Soria se halla la pequeña villa de Calatañazor, considerada una de las más antiguas de esta provincia. Situada sobre un cerro dominado por una fortaleza y rodeado de un hondo precipicio, es uno de esos pueblos de carácter medieval en los que perderse un unos días de vacaciones.
Calatañazor podríamos definirlo como un pueblo de piedra con casas de adobe y balconadas de madera. Posiblemente esa sea la imagen que nos llevemos de recuerdo de un lugar tranquilo, empedrado y apacible que no cuenta con grandes monumentos pero sí con un encanto fuera de toda duda.
Su casco antiguo está considerado desde 1962 Conjunto Histórico – Artístico y en él destaca especialmente la Iglesia de Nuestra Señora del Castillo. De estilo románico en su origen y con añadidos de los siglos XVI al XVIII, cuenta con una sola nave y un retablo que alberga al Cristo del Amparo.
De entre las callejuelas empedradas y sus viajas casas surge la Plaza Mayor, en cuyo centro se levanta el rollo de justicia de piedra, el castillo rodeado por la muralla del pueblo, una pequeña ermita y restos de la muralla esparcidos por todo el conjunto. De noche, a la luz de los faroles, el paseo se convierte en algo mágico.
Todo en Calatañazor tiene sabor tradicional con sus calles de cantos rodados, sus casas con paredes de tapial de barro y paja y mampostería de piedra y los restos románticos del castillo, una fortaleza de los siglos XIV y XV en el que aún puede verse la Torre del Homenaje, dos cubos, el foso y varios tambores de la muralla circundante.
Sin lugar a dudas creo que merece la pena perderse un fin de semana en Calatazañor respirando el sugerente paso del tiempo y disfrutando de un pueblo sencillo, alejado de cualquier bullicio y con síntomas de un pasado más que interesante. No en vano, según cuenta la tradición, fue aquí donde Almanzor perdió su tambor.
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