Si queréis vivir una fabulosa experiencia en Logroño, lo que tenéis que hacer es visitar la ciudad durante las Fiestas de San Mateo, que se celebran una semana alrededor del 21 de septiembre, día del santo. Los bares y tascas de la ciudad se llenan de gente en busca de los mejores vinos de la zona. Las calles del centro histórico se llenan de gente paseando, hay procesiones con gigantes y cabezudos y cabalgatas con carrozas. Lo primero que tienes que hacer es reservar con tiempo un hotel en Logroño para asegurarte una cama,
La inauguración de la Fuente del Vino marca el inicio de las fiestas, teniendo el lugar el primer sábado por la noche. Desde ahí se puede seguir el desfile de músicos, gigantes y cabezudos, desde el Ayuntamiento hasta la Gran Vía, donde la fuente comienza a echar un líquido rojo, que asemeja al vino, simbolizando el milagro de San Mateo. Durante la semana, el color del líquido va cambiando, de rojo a rosa, y finalmente hasta el blanco, para simbolizar los vinos tintos, rosados y blancos de la Rioja.
Logroño ha sido desde siempre paso fundamental del Camino de Santiago. Los peregrinos cruzaban el puente de piedra de la entrada a la ciudad, y continuaban hasta la Ruavieja, una estrecha calle del casco antiguo. Tradicionalmente, todas las casas de esta calle tenían una pequeña bodega, donde el vino se fermentaba en barricas de roble. Aún se pueden visitar algunas de estas bodegas antiguas, y muchas de ellas son restaurantes.
Paseando por las viejas y empedradas calles de Logroño podemos preguntarnos, ¿cómo han podido conservarse en piedra lisa?. La respuesta la encontramos hace siglos. En el siglo XVI, las órdenes municipales comenzaron a restringir el tráfico, ya que las vibraciones causadas por los hierros de las ruedas de los coches, perturbaban la calidad de los vinos de las bodegas de las calles.
El Paseo del Espolón en Logroño, a la sombra de viejos árboles de arces y adornado por flores hermosas, es el escenario para los eventos del domingo de las fiestas de San Mateo. Los niños, vestidos con sus trajes tradicionales, traen pequeñas canastas de uva. Estas uvas son luego pisadas y aplastadas por dos hombres, para sacar el primer vino de la ciudad.
El mosto resultante se entrega en una jarra a los Vendimiadores, que son los reyes de las fiestas ese año, quienes lo ofrecen a la patrona de la Rioja, Nuestra Señora de Valvanera.
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